lunes, 11 de abril de 2011

Castilla, Machado.


El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.

Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas, el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!

A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal responde... Hay un niña
muy débil y muy blanca,
en el umbral. Es toda
ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.

“¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El Cielo os colme de venturas...
En nuestro mal ¡oh Cid! No ganáis nada.”

Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: “¡En marcha!”

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.

miércoles, 6 de abril de 2011

Gongora, De Unos Papeles Que Una Dama Le Había Escrito,

Yacen aquí los huesos sepultados
De una amistad que al mundo será una,
O ya para experiencia de fortuna
O ya para escarmiento de cuidados.

Nació entre pensamientos, aunque honrados,
Grave al amor, a muchos importuna;
Tanto que la mataron en la cuna
Ojos de invidia y de ponzoña armados.

Breve urna los sella como huesos,
Al fin, de malograda criatura,
Pero versos los honran inmortales,

Que vivirán en el sepulcro impresos,
Siendo la piedra Felixmena dura,
Daliso el escultor, cincel sus males.